Jokin de Irala Doctor en Medicina y Doctor en Salud Pública Unidad de Epidemiología y Salud Pública, Universidad de Navarra Norberto Aguirre García Profesor Adjunto, Farmacología, Facultad de Farmacia, Universidad de Navarra
El cannabis, principio activo de lo que la población conoce con el nombre de "porro" es hoy noticia debido a las advertencias vertidas desde ciertas autoridades sanitarias europeas sobre el alarmante aumento de su consumo por los jóvenes durante el ocio. Sin embargo, ya hay voces que intentan mitigar estas advertencias despreciando el efecto perjudicial de su consumo lúdico.
La actitud de una parte importante de la población ante el porro es comparable a la que existía hace años respecto al tabaco cuando se desconocían sus efectos devastadores para la salud pública. En el caso del porro, existe un matiz añadido. El porro ha sido y es un símbolo "romántico" de "libertad", de un estilo de vida que no acepta limitaciones ni restricciones, un signo de rebeldía frente a la autoridad o simplemente un signo de pertenencia, de "hermandad" con un grupo juvenil determinado, con movimientos de protesta o de resistencia civil. Además, se ha convertido en ciertos sectores de la sociedad, sobre todo entre jóvenes acomodados o no, en un vehículo para "ser como los demás". El porro también tiene un fuerte matiz ideológico, ya que ciertas corrientes políticas y/o ideológicas lo han utilizado también como un símbolo de protesta contra los "poderes establecidos". Por último, no han faltado, con cierta frecuencia, algunas noticias hablando de posibles efectos terapéuticos, de los compuestos del cannabis, en ciertos pacientes con dolores intensos, etc. Estas noticias han introducido la falsa idea de que el consumo lúdico del porro no solamente no es dañino sino que pudiera incluso ser beneficioso para la salud. Este ambiente ha propiciado que algún ayuntamiento del Estado Español haya financiado panfletos de "movimientos antiprohibición" que llevan el título "como escaquearse de una multa por tenencia de cannabis", destinados a ser distribuidos a las salidas de los colegios para explicar con todo tipo de detalle a los jóvenes cómo deben proceder para que la policía no les multe si están en posesión de cannabis, para eliminar a tiempo cualquier prueba, para alargar los procesos judiciales a fin de que prescriban, en definitiva, para ayudarles a consumirlo mejor y de manera "segura".
Todo esto contrasta con la información que la ciencia posee en la actualidad sobre el tema. En la literatura científica existen centenares de trabajos que demuestran el efecto perjudicial del porro para la salud pública. Sabemos hoy que 3-4 porros equivalen a 20 cigarrillos en cuanto a daño pulmonar y que la concentración de sustancias químicas cancerígenas en el humo del cannabis es mayor que en el cigarrillo. El cannabis tiene efectos a largo plazo y duraderos en el sistema nervioso central; los productos químicos del cannabis se acumulan en el cuerpo durante varias semanas y su consumo regular produce déficit de atención incluso al abandonar el hábito. La confirmación que los estudios epidemiológicos han hecho del riesgo para la salud psíquica que tiene el consumo de porros es bastante contundente: en un estudio reciente, publicado en el British Medical Journal, se demostraba, en 50.000 varones seguidos desde 1969, que el consumo de por lo menos 50 porros en su vida multiplicaba por 7 el riesgo de padecer una esquizofrenia. En otro trabajo de la misma revista, al valorar a 1.000 personas de Nueva Zelanda seguidos desde su nacimiento hasta cumplir los 26 años, el haber tenido algún consumo de porro en su juventud multiplicaba por 4 el riesgo de padecer una esquizofrenia. En la revista American Journal of Epidemiology, se publica un estudio realizado en Holanda con 4.000 personas seguidas durante 3 años y se observó que el consumo de porros multiplicaba por 3 el riesgo de presentar algún síntoma psicótico, por 24 el de presentar síntomas psicóticos severos y por 12 el riesgo de necesitar en algún momento el cuidado por síntomas psicóticos.
Muchos científicos creen en las posibilidades terapéuticas de los cannabinoides. En 1997, un informe de la Asociación Médica Británica propugnaba el desarrollo de la investigación en este campo, pero a la vez llamaba la atención sobre los peligros de los cigarrillos de marihuana por los efectos indeseables de algunos de los componentes del cannabis. De hecho, se han realizado ensayos clínicos en muchos pacientes, sobre todo en enfermos de esclerosis múltiple por sus propiedades analgésicas, relajantes y anticonvulsivantes. Sin embargo, los resultados disponible hasta ahora en la bibliografía científica resultan poco alentadores. A juzgar por los estudios que se han publicado hasta el 2003, no es posible afirmar, todavía, que exista una evidencia científica clara sobre estos efectos terapéuticos. Por otra parte, tampoco se ha demostrado claramente que superan el efecto terapéutico de tratamientos convencionales. Los países que ya han tomado una decisión al respecto lo hacen, por lo tanto, obedeciendo sobre todo a razones de conveniencia política más que científicas.
No se puede entender la contradicción que existe entre esta información disponible a cualquiera y la opinión y actuación de algunos colectivos de nuestra sociedad. Puede tratarse de errores que se cometen por falta de conocimiento de la evidencia científica o por no conocer sus limitaciones, puede tratarse también de intereses de tipo político o ideológico. Da la impresión de que algunos partidarios del consumo recreativo de cannabis quieren aprovechar sus posibles efectos terapéuticos para pedir la legalización o despenalización de su consumo. Esta polémica no tiene mucho sentido ya que el uso terapéutico de una sustancia no tiene nada que ver con la legalización de su consumo con fines recreativos. Un caso parecido sería el de la morfina o sus derivados opiáceos, que se utilizan en la clínica con usos terapéuticos bien definidos. Sin embargo, su uso con otros fines está perseguido por la ley por razones obvias de salud pública.
Mantengamos la cabeza fría en un tema de fácil polémica. Hay que evitar confundir a la población y a nuestros jóvenes. Es perfectamente compatible seguir investigando sobre el posible efecto beneficioso de los cannabinoides y acabar quizás un día encontrando más evidencia sobre beneficiosos concretos para pacientes concretos y, a la vez, informar a la población que esto no significa que el uso recreativo del porro es indiferente o incluso beneficioso desde el punto de la salud pública. |