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La expectativa de observar Marte en su máxima proximidad a la Tierra dispara la venta de telescopios
La Vanguardia - 28/08/2003
MARICEL CHAVARRÍA
"Señorita, el telescopio lo necesito para hoy o ya no me interesa", llegó a escuchar Cristina Prieto, dependienta de la tienda Raig de Barcelona, el día que Marte prometía una proximidad máxima a la Tierra. La fiebre ocasionada por la expectativa de observar el planeta en óptimas condiciones ha disparado la venta de telescopios, filtros oculares y otros accesorios para escudriñar el cielo de madrugada. Algo que conmueve y enternece por igual al círculo de científicos que saben que, al fin y al cabo, el planeta rojo, con lentes de aumento o sin ellas, sigue siendo poco más que un punto en el firmamento nada espectacular al mostrar sus matices, y que la imperceptible mejora deleita a astrónomos y auténticos aficionados pero decepciona a entusiastas poco habituados a usar el telescopio.

“La gente piensa que es ahora o nunca, como si se tratara de un eclipse de sol”, afirma Ricard Casas, director del observatorio de la Agrupació Astronòmica de Sabadell. “Que Marte se encuentre más cerca significa que se ve ligeramente más grande, pero sus detalles se pueden observar desde junio y seguirán así hasta octubre.” El observatorio de su agrupación no está abierto al público estos días ya que el planeta rojo se sitúa a una altura adecuada para ser observado sobre las intempestivas dos o tres de la madrugada. “Esta fiebre siempre consigue que surjan nuevos aficionados”, admite Casas. Pero también es lógico que cause decepciones. Una lluvia de estrellas de una por minuto es fascinante para nosotros pero no para los no expertos”, asegura. “La gente guarda en su memoria imágenes de Marte desde las naves espaciales que nos llegan retocadas y bien contrastadas. No es extraño que verlo con los propios ojos sea al final frustrante.”

Raig, la añeja tienda cercana a las Ramblas, lleva una semana pidiendo cuatro de estos aparatos al día y agotando las existencias. Se trata básicamente de modelos de iniciación, con sistema de lentes o de espejos, cuyos precios van de los 250 a los 600 euros. Los complementos, por otra parte, se han vendido a espuertas. Sobre todo el filtro rojizo que ayuda a detectar los tan cacareados casquetes polares del planeta que tiene hoy fascinada a la humanidad. La ojerosa Cristina –su entusiasmo de física la tiene estos días despierta hasta las tantas para observar Marte cuando la luz atraviesa menos capa de aire– comenta que de esos filtros acostumbran a vender un par o tres al año. Ahora se han agotado los 20 del stock. “La mayoría de estos telescopios se arrinconarán cuando esta fiebre esté superada”, concluye.

“Para ver algo de Marte, que como Venus ofrece pocos detalles, hay que usar un telescopio en condiciones”, señala Xavier Bou de Cotet. “Lo más importante es su diámetro”. Es decir, que a mayor diámetro, mayor resolución. Cotet ha triplicado sus ventas como resultado de la euforia. Según Bou, su cliente “ha aprovechado para hacer una compra pendiente”. Su perfil, señala, es el siguiente: cierto nivel intelectual, usuario de Internet y sensibilizado con la naturaleza. Aunque en otras épocas ésta era una afición esencialmente masculina, ahora mueve al aficionado joven por igual, y muy urbanita.

Pero el negocio sobre la fiebre desatada también se ha improvisado: “Hoy Marte”, rezaba un cartel en el balcón frente al Palau Maricel de Sitges, martes noche. Un argentino con camiseta de la NASA logró formar colas alquilando su telescopio a un euro, al tiempo que alimentaba el misterio con donaire... Ya saben: la distribución de hidrógeno que presenta la superficie marciana puede significar la presencia de agua congelada y, por tanto, la posible existencia de vida, lo que crearía un hábitat “ideal para marcianos al estilo Menem, Bush, Aznar...”.
 
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