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La sociedad prefiere la calidad de vida y el ocio al enriquecimiento
Abc - 06/08/2003
Las sociedades desarrolladas se muestran más interesadas en obtener una buena calidad de vida, en disfrutar del ocio y en la protección del medio ambiente que en conseguir riquezas. En los países menos desarrollados la tendencia es la contraria. Así lo ponía de manifiesto el coordinador mundial del Estudio Mundial de Valores, Ronald Inglehart, durante el encuentro internacional sobre «El cambio de valores en las sociedades industriales», organizado por la Fundación BBVA. La encuesta -cuyos datos serán utilizados por Naciones Unidas para la elaboración de su Índice de Desarrollo Humano- representa el mayor estudio de referencia en la investigación del cambio sociocultural y político, que incluye a sociedades de 100 países de todos los continentes.

Las conclusiones muestran que, a pesar de las diferencias y los cambios sociales, se mantienen y se crean nuevos valores globales que refutan las ideas, tan en boga después de los atentados del 11 de septiembre, de que estamos asistiendo a un choque de civilizaciones. Una tesis que defiende que el primer conflicto será con el Islam y después lo tendremos con las culturas más orientales.

La encuesta indica que existe una tendencia a que los valores tradicionales, basados en una economía de subsistencia, son ahora sustituidos por el individualismo y la aceptación de los nuevos valores familiares y sexuales. También se prefiere dar mayor importancia al tiempo dedicado al ocio y a la protección del medio ambiente. Y frente a los cambios, lo permanente: la familia y el matrimonio como institución siguen siendo referentes en la mayoría de las sociedades.

Ciudadanos satisfechos

A pesar de los malos ratos, de las situaciones difíciles y de que en muchos momentos nuestra vida no nos parece más que un rosario de desgracias, lo cierto es que la mayoría de las personas se siente a gusto con su vida. A lo largo y ancho del planeta, el nivel de satisfacción de cada individuo con el modo de vida que lleva es, en general, favorable. Pero aquí, como en todo, los matices son importantes y son los europeos protestantes los que se sienten más satisfechos, seguidos de los latinoamericanos. los católicos europeos y los anglosajones. No obstante, los católicos europeos se confiesan un poco menos felices y algo más insatisfechos con su vida que a mediados de los años noventa. Por contra, los menos contentos son los europeos ortodoxos, seguidos de los hindúes, subsaharianos y el mundo islámico.

Pero esta sensación de complacencia con la vida que cada uno lleva se encuentra relacionada con el nivel de elección y control que cada individuo percibe que tiene sobre ella. Así, mientras unas sociedades piensan que tienen completa libertad de elección, otras creen que lo que hacen no produce ningún efecto sobre lo que les sucede. En el mundo anglosajón, en Europa protestante occidental y en Latinoamérica, la primera postura asume un mayor peso, mientras que en sociedades de la India, Europa ortodoxa, del mundo Islámico y de Japón, estas posturas son más tenues.

Respecto a otra de las grandes cuestiones, la importancia de Dios en la vida individual, conviene señalar que las sociedades son cada vez menos religiosas. «La gente cada vez va menos a la Iglesia, pero la religión tiene un impacto fundamental en los valores», señala Inglehart, para quien existe una clara relación entre las creencias religiosas y el índice de natalidad, de forma que «los países desarrollados que pierden el interés en la religión disminuye la tasa de natalidad», mientras que en los países pobres y más religiosos ocurre lo contrario.

Así, son las sociedades del mundo islámico, seguidas de Latinoamérica y del África Subsahariana las que atribuyen a Dios una altísima relevancia en su vida. No obstante, mientras la religión ha ganado en importancia para los ciudadanos de los países anglosajones e islámicos, los católicos europeos otorgan a Dios menos importancia en el inicio del siglo XXI que cinco años atrás. Así, conceden a Dios una menor importancia los ciudadanos de Europa occidental, Asia oriental y la Europa católica del este.

Desconfianza en la política

Pero más allá de la pluralidad de valores y creencias que se pueden observar en las distintas sociedades, en algunas cuestiones el mundo comienza a tener un mayor consenso: la democracia es el sistema considerado por unanimidad como la mejor forma de Gobierno. Sus mayores defensores son los ciudadanos de la Europa protestante occidental, los de la católica occidental y el África subsahariana.

No obstante, a pesar del importante consenso sobre la democracia como sistema de gobierno, la confianza en los partidos políticos nacionales es relativamente baja, con la notable excepción de unos pocos países como China, Vietnam y algunos Estados africanos. En el resto, la confianza no llega al 35 por ciento de la población. Los más desconfiados son los ciudadanos de Argentina, Perú, Macedonia o Corea del Sur. En España, el 72,7 por ciento de la población prefiere no depositar demasiadas esperanzas en los políticos.

Hasta que la muerte nos separe

El matrimonio es otro de los grandes valores que atraviesa líneas religiosas, geográficas, económicas e históricas para conseguir un consenso casi unánime: en 60 países del mundo más del 70 por ciento de los ciudadanos opina que «el matrimonio no es una institución pasada de moda». Entre los más convencidos figuran naciones predominantemente islámicas, Pakistán (99%), Indonesia (97), Egipto (97), Marruecos (95) y Turquía (92). Les siguen las grandes potencias, Estados Unidos y Japón. Y entre las naciones con una mayoría de población católica, los más concluyentes respecto a la vigencia de la institución matrimonial son los polacos y los croatas. En España el 78,9 por ciento de los ciudadanos apoya esta clase de unión. Por contra, tres de cada diez ciudadanos de Francia, Sudáfrica, Luxemburgo, Chile y Bélgica se muestran poco convencidos y creen que «está pasado de moda».

Si hasta ahora la protección del medio ambiente parecía ser una cuestión que preocupaba a más pocos que muchos, las cosas están cambiando y su protección se presenta como un valor que genera cada vez más acuerdo entre las sociedades. A la pregunta de si se debería dar prioridad a la protección de la naturaleza, incluso si ello ralentiza el crecimiento económico o supone pérdida de puestos de trabajo, el 72,9 por ciento de los suecos ha respondido que sí, igual que el 70 por ciento de los venezolanos y el 67,4 de los turcos. En el otro extremo se sitúan Pakistán (7,4), Israel (32), Argelia (33,6) o Zimbabwe (34,3). En nuestro país, hay divergencia de opiniones: cinco de cada diez ciudadanos opina que hay que priorizar la protección al medio ambiente, frente a cuatro de cada diez que consideran que hay que dar prioridad al empleo y al crecimiento económico.

En lo que a los roles del hombre y la mujer se refiere, en los países más avanzados la gran mayoría no está de acuerdo con la idea de que los hombres deben tener más derecho a trabajar que las mujeres en momentos de desempleo. En Suecia e Islandia, este porcentaje supera al 90 por ciento de la población. En el polo opuesto tienden a situarse países con tradición islámica: en Egipto, Marruecos y Jordania, más del 80 por ciento sostiene que los hombres deberían tener más derecho al trabajo que las mujeres. Una idea que sólo respalda el 19,1 por ciento de los españoles.
 
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