La cocaína y el alcohol son dos sustancias que, por desgracia, suelen ir de la mano. Su consumo combinado es frecuente que se trate de una respuesta de quienes tienen adicción a estas sustancias para utilizarlos de forma cruzada con la intención de compensar los efectos del bajón y mono que les produce la otra sustancia. Es decir, que para sostenerse ante el bajón de la cocaína, toman alcohol, y para aumentar el efecto con la bajada del alcohol, toman cocaína.
No hay que olvidar que el alcohol y la cocaína son sustancias muy nocivas, y que el efecto combinado de las mismas es aún más demoledor. Cuando se ingieren de una forma combinada lo que ocurre es que se genera en nuestro organismo el cocaetileno, una sustancia que se mueve en la sangre y que nos expone a distintos efectos muy dañinos.
El cocaetileno puede causarnos daños en el corazón, en el hígado y reducir la resistencia del sistema inmune, lo que nos expondría a una mayor cantidad de riesgos. Uno de los efectos nocivos fundamentales de esta combinación es el aumento de la presión arterial y del ritmo cardíaco a niveles peligrosos. Tan peligrosos que nos exponemos a tener un ataque al corazón debido a la combinación de ambas sustancias.
Según los estudios, el riesgo de fallecer debido a los efectos combinados del consumo de alcohol y cocaína es 18 veces mayor a si solo consumiéramos estas sustancias de forma independiente. Por lo tanto, aunque el consumo tanto de cocaína como alcohol no se recomienda bajo ningún tipo de contexto, es conveniente recordar que todavía resulta más peligroso al hacer un consumo combinado.
Al margen de la muerte, hay otros muchos efectos y consecuencias de este consumo, como posible entrada en estado de pánico, agresividad, alucinaciones o temblores, por mencionar solo algunos de ellos.